Ya en escritos anteriores he dicho que soy firme creyente de que un mercado sin regulaciones es como un juego de mesa que trae figuritas de colores, tablero, cartitas, dados, plumones, billetitos de juguete, pero no trae instructivo.
La alegoría es porque las regulaciones son condiciones que hacen que el juego sea justo para todos, y que gane el que mejor estrategia tenga. Sin reglas estrictas, podría, mi caballo comerse a los alfiles que yo quiera “porque así juego yo” y el rey tener la capacidad de saltar hasta el otro lado del tablero, y sería absolutamente absurdo.
Así se me ocurre que es un mercado sin regulaciones, donde cada quién pone el templado como cree correcto, donde cada quien supone que sabe cómo se usa, igual el low e, igual el sistema EIFS, igual todo… como le alfil todopoderoso de la comparación. El mercado depende de que el vendedor le diga a su cliente de que él sí sabe, y de que el cliente decida creer que así es sin absolutamente ninguna referencia arbitrada.
Pero bueno, este texto parte sólo de ahí. Sin llorar por el mercado sub-regulado. Sino cómo es que lo logramos en México. Cómo es que pese a no tener instructivo, jugamos bien este juegos de mesa llamado: la Fachada.
Voy a insistir con mi ejemplo del juego de mesa: En mi familia nos gusta mucho el dominó cubano (que en inglés se llama “Mexican train domino” y supongo que por temas sensibles migratorios, aquí no se llama así) y hemos notado varias omisiones en sus reglas; en cuyo caso, siempre hay cierta insurgencia de quien dice que sí se vale tal movimiento y quien dice que no; pero entonces surge una especie de efímero Congreso Constituyente del Dominó Cubano en el que se legisla y se aprueba, o no, la iniciativa de ley correspondiente, todos con el objetivo de tener las mismas posibilidades de ganar con consistente, repetible, auditable y demostrable justicia. Justicia indispensable para pasar un buen rato siempre. Si quisiéramos hacerlo más oficial, habría que escribir el nuevo reglamento, imprimirlo y guardarlo en la caja, y así quien llegara a jugar con nosotros, no tendría problemas en adaptarse a las reglas. Eso sería nuestra forma de hacer una ley interna del Dominó Cubano.
Así justamente es como le hacemos en el mercado mexicano, que, así como el tráfico y la vialidad de la Ciudad de México, se organiza y se ordena, porque los mexicanos así lo vamos conviniendo poco a poco de miras a la pluralidad y al bien común.
He encontrado estas comuniones en los congresos. Este año, en The Façade Studio fuimos muy activos en foros, expos, congresos y academia. Creemos en ello, porque creemos que las amistades evolucionan a sociedades cuando se encuentran amigos de tal calidad que queremos preservarlos por siempre y estandarizar esa relación para que siempre sea así. Los congresos y las regulaciones tienen una correlación similar. Ahí se habla de males comunes, de soluciones compartidas, se comparte conocimiento y se establecen amistades; es de ahí de donde, cuando sea que salgan, saldrán las intenciones de establecer las reglas que hagan que se preserve sólidamente, repetiblemente, sostenidamente una calidad mercantil, con responsabilidad civil, social, económica, ecológica.
Loas, pues, a los organizadores y participantes de estos encuentros, porque amistosamente, inteligentemente, se va elevando la barra del nivel de juego. Se va logrando hacer responsable y armónico. No tan pronto como soñáramos, pero con el cuidado y constancia que merece el caso.
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